COMO HACER LO QUE AMAS


Enero 2006

Para hacer algo bien tiene que gustarte. No es una idea nueva exactamente. La tenemos reducida en cuatro palabras: "Haz lo que amas." Pero no basta con decirle eso a la gente. Hacer lo que amas es complicado.

La idea misma es ajena a lo que la mayoría de nosotros aprendemos cuando niños. Cuando yo era niño, parecía como si el trabajo y la diversión fueran opuestos por definición. La vida tenia dos estados: algunas veces los adultos te hacian hacer cosas, y a eso se le llamaba trabajo; el resto del tiempo podías hacer lo que quisieras, y a eso se le llamaba jugar. En ocasiones las cosas que los adultos te ponían a hacer eran divertidas, así como, de vez en cuando, jugar no lo era—por ejemplo, si caías y te lastimabas. Sin embargo, a excepción de estos pocos casos anómalos, el trabajo era más o menos definido como no-diversión.

Y no parecía ser un accidente. La escuela, estaba implícito, era tediosa, porque era preparación para el trabajo adulto.

El mundo estaba pues dividido en dos grupos, los adultos y los niños. Los adultos, como una especie de raza maldita, tenían que trabajar. Los niños no, pero tenían que ir a la escuela, que era una versión diluida del trabajo, destinada a prepararnos para la cosa real. Por mucho que no nos gustara la escuela, los adultos estaban de acuerdo en que el trabajo adulto era peor, y que la teníamos fácil.

Todos los maestros, en particular, parecían creer implícitamente que el trabajo no era divertido. Lo cual no es sorprendente: el trabajo no era muy divertido para la mayoría de ellos. ¿Por qué tenemos que memorizar las capitales estatales en lugar de jugar a la pelota? Por la misma razón por la que ellos tenían que vigilar a un grupo de niños en vez de estar recostados en una playa. No puedes simplemente hacer lo que te venga en gana.

No estoy diciendo que debamos dejar a los niños pequeños hacer lo que quieran. Puede que tengan que trabajar en ciertas cosas. Pero si hacemos que los niños trabajen en cosas aburridas sería conveniente decirles que el aburrimiento no es la cualidad que define el trabajo, y que de hecho la razón por la que tienen que trabajar en cosas aburridas ahora es para que puedan trabajar en cosas interesantes más adelante. [1]

Una vez, cuando tenía unos 9 o 10 años, mi padre me dijo que podía ser lo que quisiera cuando creciera, mientras lo disfrutara. Recuerdo eso precisamente porque parecía tan anómalo. Era como si me dijeran que usara agua seca. Cualquier cosa a la que se refiriera, no pensé que se refería a que el trabajo podía literalmente, ser divertido—divertido como jugar. Me tomó años entender eso.
 

Trabajos


En la secundaria, la perspectiva de un trabajo real estaba en el horizonte. Los adultos venían a veces a hablar con nosotros acerca de su trabajo, o íbamos a verlos en el suyo. Siempre se entendió que disfrutaban lo que hacían. En retrospectiva, creo que con uno de ellos pudo haber sido así: el piloto de jet privado. Pero no creo que fuera así con el gerente bancario.

La razón principal por la que todos actuaban como si disfrutaran de su trabajo se debía probablemente a la convención de clase media-alta de que se supone que te debe gustar. No sólo sería malo para tu carrera decir que detestabas tu trabajo, sino un paso en falso social.

¿Por qué es habitual pretender que te gusta lo que haces? La primera frase de este ensayo lo explica. Si tiene que gustarte algo para hacerlo bien, entonces a todas las personas más exitosas les gustara lo que hacen. Ahí es de donde viene la tradición de la clase media alta. Así como las casas en todo Estados Unidos están llenas de sillas que son, sin que los dueños ni siquiera lo sepan, imitaciones de bajo grado de sillas diseñadas hace 250 años para los reyes de Francia, las actitudes convencionales sobre el trabajo son, sin que sus propietarios lo sepan, imitaciones de bajo grado de las actitudes de personas que han hecho grandes cosas.

Vaya receta para la enajenación. Para cuando alcanzan una edad para pensar en lo que les gustaría hacer, la mayoría de los niños han sido totalmente engañados en cuanto a la idea de amar su trabajo. La escuela los ha entrenado a considerar el trabajo como un deber desagradable. Se dice que tener un trabajo es aún más pesado que las tareas escolares. Y sin embargo todos los adultos dicen amar lo que hacen. No puedes culpar a los niños por pensar: "No soy como esa gente; no estoy adaptado para este mundo."

En realidad se les han dicho tres mentiras: las cosas que se les han enseñado a considerar como trabajo en la escuela no son el verdadero trabajo; el trabajo adulto no es (necesariamente) peor que el trabajo escolar; y muchos de los adultos que los rodean están mintiendo cuando dicen que les gusta lo que hacen.

Los mentirosos más peligrosos pueden ser los padres de los propios niños. Si tomas un trabajo aburrido para dar a tu familia un alto nivel de vida, como mucha gente hace, corres el riesgo de infectar a tus hijos con la idea de que el trabajo es aburrido. [2] Tal vez sería mejor para los niños en este caso si los padres no fueran tan altruistas. Un padre que da un ejemplo de amar su trabajo podría ayudar a sus hijos más que con una casa cara. [3]

No fue hasta que estaba en la universidad que la idea del trabajo finalmente se liberó de la idea de ganarse la vida. Entonces la pregunta importante se volvió no como ganar dinero, sino en qué trabajar. Idealmente estos coincidirían, pero en algunos casos límite espectaculares (como Einstein en la oficina de patentes) demostraron que no eran idénticos.

Ahora, la definición de trabajo era hacer una contribución original al mundo, y no morir de hambre en el proceso. Pero después de estar acostumbrado por tantos años, mi idea de trabajo todavía incluía un gran componente de dolor. El trabajo todavía parecía exigir disciplina, ya que sólo los problemas difíciles arrojan grandes resultados, y los problemas difíciles, no podrían, literalmente, ser divertidos. Sin duda, uno tendría que forzarse a sí mismo a trabajar en ellos.

Si piensas que se supone que algo debe doler, es menos probable que notes si lo estás haciendo mal. Eso casi resume mi experiencia del posgrado escolar.
 

Límites


¿Cuánto se supone que debe gustarte lo que haces? A menos que sepas eso, no sabras cuándo dejar de buscar. Y si, como la mayoría de la gente, lo subestimas, tiendes a dejar de buscar demasiado pronto. Terminarás haciendo algo elegido por tus padres, o por el deseo de ganar dinero o prestigio—o por pura inercia.

Aquí esta un límite superior: Haz lo que amas no significa, haz lo que más quisieras hacer en este instante. Incluso Einstein probablemente tuvo momentos en que quería tomar una taza de café, pero se dijo a si mismo que primero debería terminar aquello en lo que estaba trabajando.

Solía dejarme perplejo cuando leía acerca de personas a las que les gustaba tanto lo que hacían que no había ninguna otra cosa que preferirían hacer. No parecía haber ningún tipo de trabajo que me gustara tanto. Si tuviera la opción de (a) pasar la siguiente hora trabajando en algo o (b) ser teletransportado a Roma y pasar la siguiente hora vagando, ¿había algún tipo de trabajo que preferiría? Sinceramente, no.

Pero el hecho es que casi todo el mundo prefiere, en un momento dado, estar flotando en el Caribe, o tener relaciones sexuales, o comer una comida deliciosa, que trabajar en problemas difíciles. La regla sobre hacer lo que amas supone un cierto período de tiempo. No significa, haz lo que te hará más feliz en este instante, sino lo que te hará más feliz durante un período más largo, como una semana o un mes.

Los placeres improductivos cansan con el tiempo. Después de un tiempo uno se cansa de  estar recostado en la playa. Si deseas permanecer feliz, tienes que hacer algo.

Como limite inferior, te tiene que gustar tu trabajo más que cualquier placer improductivo. Te tiene que gustar lo que haces lo suficiente que el concepto de "tiempo libre" parezca equivocado. Lo cual no quiere decir que tienes que pasar todo tu tiempo trabajando. Sólo se puede trabajar cierta cantidad antes de cansarse y empezar a meter la pata. Entonces quieres hacer otra cosa—aunque sea algo sin sentido. Pero no ves este tiempo como el premio y el tiempo que pasas trabajando como el dolor que soportas para merecertelo.

Puse el límite inferior ahí no por razones prácticas. Si tu trabajo no es tu cosa favorita para hacer, tendrás problemas terribles aplazando las cosas. Tendrás que obligarte a trabajar, y cuando recurras a ello los resultados serán claramente inferiores.

Creo que para ser feliz tienes que estar haciendo algo que no sólo disfrutas, sino que admiras. Al final, tienes que ser capaz de decir, ¡Guau! eso es muy bueno. Esto no significa que tengas que hacer algo. Si aprendes a volar en ala delta, o a hablar un idioma extranjero con fluidez, será suficiente para hacer que digas, al menos por un tiempo, ¡Guau! eso es muy bueno. Lo que tiene que haber es una prueba.

Así que una cosa que cae justo debajo de la norma, creo yo, es la lectura de libros. A excepción de algunos libros de matemáticas y ciencias exactas, no hay ninguna prueba de lo bien que has leído un libro, y es por eso que una simple lectura de libros no acaba de sentirse como trabajo. Tienes que hacer algo con lo que has leído para sentirte productivo.

Creo que la mejor prueba es una que Gino Lee me enseñó: tratar de hacer cosas que harían que tus amigos digan ¡Guau! Pero probablemente no empezará a funcionar adecuadamente hasta cerca de los 22 años de edad, porque antes de eso la mayoría de la gente no ha tenido una muestra lo suficientemente grande como para escoger amigos.
 

Sirenas


Lo que no debes hacer, creo yo, es preocuparte por la opinión de nadie, más allá de tus amigos. No deberías preocuparte por el prestigio. El prestigio es la opinión del resto del mundo. Cuando puedes pedir las opiniones de la gente cuyo juicio respetas, ¿qué añade el considerar las opiniones de gente que ni siquiera conoces? [4]

Este es un consejo fácil de dar. Es difícil de seguir, especialmente cuando eres joven. [5] El prestigio es como un imán poderoso que deforma incluso tus creencias acerca de lo que te gusta. Hace que trabajes no en lo que te gusta, sino en lo que te gustaría que te gustara.

Eso es lo que lleva a la gente a tratar de escribir novelas, por ejemplo. A ellos les gusta leer novelas. Notan que las personas que las escriben ganan premios Nobel. ¿Qué podría ser más maravilloso, piensan, que ser novelista? Pero querer la idea de ser novelista no es suficiente; tiene que gustarte el trabajo real de escribir novelas si has de ser bueno en ello; tiene que gustarte inventar mentiras elaboradas.

El prestigio es tan sólo inspiración fosilizada. Si haces algo lo suficientemente bien, lo haces prestigioso. Muchas de las cosas que ahora consideramos prestigiosas no lo eran al principio. El Jazz me viene a la mente—aunque es casi lo mismo para cualquier forma de arte establecida. Así que tan sólo haz lo que te gusta, y deja que el prestigio cuide de sí mismo.

El prestigio es especialmente peligroso para los ambiciosos. Si quieres hacer que la gente ambiciosa pierda su tiempo en diligencias, la forma de hacerlo es cebar el anzuelo con el prestigio. Esa es la receta para hacer que la gente dé charlas, escriba prólogos, sirva en los comités, sean jefes de departamento, y así sucesivamente. Sería una buena regla evitar simplemente cualquier tarea prestigiosa. Si no fuera un fastidio, no habrían tenido que hacerla prestigiosa.

Del mismo modo, si admiras dos tipos de trabajo por igual, pero uno es más prestigioso, probablemente deberías elegir el otro. Tus opiniones acerca de lo que es admirable siempre estarán un poco influenciadas por el prestigio, por lo que si los dos te parecen iguales, es probable que tengas una admiración más genuina por el de menor prestigio.

La otra fuerza importante que lleva a la gente por el mal camino es el dinero. El dinero por sí mismo no es tan peligroso. Cuando algo está bien pagado, pero se considera con desprecio, como el telemarketing, o la prostitución, o los litigios por lesiones personales, las personas ambiciosas no se ven tentados por ellos. Ese tipo de trabajo termina siendo realizado por personas que están "tan sólo tratando de ganarse la vida." (Consejo: Evita cualquier campo en el que sus practicantes digan esto.) El peligro es cuando el dinero se combina con prestigio, como, por ejemplo, el derecho corporativo, o la medicina. Una carrera relativamente segura y próspera, con cierto prestigio de base por defecto es peligrosamente tentadora para alguien joven, que no ha pensado mucho sobre lo que realmente le gusta.

La prueba de si a la gente le encanta lo que hace es si lo harían incluso si no se les pagara por ello—si tuvieran incluso que trabajar en otro empleo para ganarse la vida. ¿Cuántos abogados corporativos ejercerían su actual trabajo, si tuvieran que realizarlo de forma gratuita, en su tiempo libre, y se vieran en la necesidad de tomar trabajos diurnos como camareros para mantenerse?

Esta prueba es especialmente útil para decidir entre diferentes tipos de trabajo académico, ya que los campos varían mucho en este sentido. La mayoría de los buenos matemáticos trabajarían en las matemáticas, incluso si no hubiera puestos de trabajo como profesores de matemáticas, mientras que en los departamentos al otro extremo del espectro, la disponibilidad de puestos de trabajo docente son el conductor: las personas prefieren ser profesores de Inglés que trabajar en agencias de publicidad, y la publicación de artículos es la forma en que compiten por estos puestos de trabajo. Las matemáticas se darían sin los departamentos de matemáticas, pero es la existencia de especializaciones en lengua Inglésa, y por lo tanto puestos de trabajo que la enseñen, lo que da como resultado los miles de monótonos artículos sobre género e identidad en las novelas de Conrad. Nadie hace ese tipo de cosas por diversión.

El consejo de los padres tiende a errar por el lado del dinero. Creo que es seguro decir que hay más estudiantes de licenciatura que quieren ser novelistas y cuyos padres desean que sean médicos que los que quieren ser médicos y cuyos padres desean que sean novelistas. Los niños piensan que sus padres son "materialistas." No necesariamente. Todos los padres tienden a ser más conservadores para con sus hijos de lo que serían para sí mismos, simplemente porque, como padres, comparten más los riesgos que las recompensas. Si tu hijo de ocho años decide subirse a un árbol alto, o tu hija adolescente decide salir con el chico malo de la colonia, no participas de la emoción, pero si tu hijo se cae, o tu hija queda embarazada, tendrás que lidiar con las consecuencias.
 

Disciplina


Con fuerzas tan poderosas desviándonos del camino, no es sorprendente que nos resulte tan difícil descubrir en que nos gusta trabajar. La mayoría de las personas son condenadas desde la infancia, al aceptar el axioma de que trabajo = dolor. Los que escapan a esto son casi todos tentados a encallar por el prestigio o el dinero. ¿Cuántos, apenas, descubren algo en lo que aman trabajar? Unos cientos de miles, tal vez, de miles de millones.

Es difícil encontrar trabajo que ames; tiene que serlo, si tan pocos lo encuentran. Así que no subestimes esta tarea. Y no te sientas mal si no lo has logrado. De hecho, si admites para ti mismo que estás descontento, estás un paso adelante de la mayoría de las personas, que aún están en negación. Si estás rodeado de colegas que dicen disfrutar de un trabajo que encuentras despreciable, lo más probable es que se están mintiendo a sí mismos. No necesariamente, pero probablemente.

Aunque hacer un gran trabajo requiere menos disciplina de lo que la gente piensa—porque la manera de hacer un gran trabajo es encontrar algo que te gusta tanto que no tienes que forzarte a hacerlo—encontrar trabajo que amas por lo general requiere disciplina. Algunas personas tienen la suerte de saber lo que quieren hacer cuando llegan a los 12 años, y tan sólo continúan deslizandose por la vida como si estuvieran en las vías del tren. Sin embargo, esta parece ser la excepción. Más a menudo, las personas que logran grandes cosas tienen carreras con la trayectoria de una pelota de ping-pong. Van a la escuela para estudiar A, desertan y consiguen un trabajo haciendo B, y luego se hacen famosos por C después de haberlo tomado como algo alterno.

A veces, saltar de un tipo de trabajo a otro es un signo de energía, y a veces es un signo de pereza. ¿Estas abandonando, o estas labrando con audacia un nuevo camino? A menudo tú mismo no puedes saberlo. Muchas personas que luego harán grandes cosas parecen decepciones al principio, cuando están tratando de encontrar su nicho.

¿Hay alguna prueba que puedas utilizar para mantenerte honesto? Una de ellas es tratar de hacer un buen trabajo en lo que estás haciendo, incluso si no te gusta. Entonces, al menos sabrás que no estás usando la insatisfacción como excusa para la pereza. Tal vez lo más importante: caerás en el hábito de hacer bien las cosas.

Otra prueba que puedes utilizar es: produce siempre. Por ejemplo, si tienes un trabajo diurno que no tomas en serio porque planeas ser novelista, ¿estás produciendo? ¿Estás escribiendo páginas de ficción, por muy malas que sean? En tanto estés produciendo, sabrás que no estás solamente utilizando la borrosa visión de la novela que escribirás un día como una droga. La imagen de ella se vera obstruida por la evidentemente defectuosa versión que estás escribiendo.

"Produce siempre" es también una heurística para encontrar el trabajo que amas. Si te adhieres a esta restricción, automáticamente te alejará de las cosas en las que se supone debes trabajar, hacia las cosas que realmente te gustan. "Produce siempre" revelará que tu vida funciona como lo hace el agua, con ayuda de la gravedad, encuentra el agujero en tu techo.

Por supuesto, averiguar en que te gusta trabajar no quiere decir que te pondrás a trabajar en ello. Esa es una cuestión aparte. Y si eres ambicioso tienes que mantenerlas separadas: tienes que hacer un esfuerzo consciente por mantener tus ideas sobre lo que quieres de ser contaminadas por lo que parece posible. [6]

Es doloroso mantenerlas separadas, porque es doloroso contemplar la diferencia entre ellas. Así que la mayoría de las personas reducen sus expectativas de forma preventiva. Por ejemplo, si le preguntas a gente al azar en la calle si les gustaría poder dibujar como Leonardo, encontrarías que la mayoría diría algo como: "¡Oh!, no puedo dibujar." Esto es más una declaración de intenciones que un hecho, significa: No lo voy a intentar. Porque el hecho es, que si se toma una persona al azar en la calle y de alguna manera haces que trabaje tan duro dibujando como le fuera posible durante los próximos veinte años, llegaría sorprendentemente lejos. Sin embargo, se requeriría un gran esfuerzo moral, significaría contemplar el fracaso a los ojos todos los días durante años. Así que, para protegerse, la gente dice: "No puedo."

Otra razón relacionada que a menudo escuchas es que no todos pueden hacer el trabajo que aman—que alguien tiene que hacer el trabajo desagradable. ¿En serio? ¿Cómo los obligas? En los Estado Unidos el único mecanismo para obligar a la gente a hacer trabajos desagradables es el llamado a filas, y ese no ha sido invocado por más de 30 años. Lo único que podemos hacer es animar a la gente a realizar el trabajo desagradable, con dinero y prestigio.

Si hay algo que la gente todavía no hará, parece que la sociedad tendrá que arreglarselas. Eso es lo que pasó con el servicio doméstico. Durante miles de años ese fue el ejemplo por excelencia de un puesto de trabajo "que alguien tenía que hacer." Y sin embargo, a mediados del siglo XX los sirvientes desaparecierón prácticamente de los países ricos y los ricos simplemente tuvieron que arreglarselas.

Así que si bien puede haber algunas cosas que alguien tiene que hacer, hay una buena probabilidad de que cualquiera que diga eso acerca de un trabajo en particular esté en un error. Casi todos los trabajos desagradables se automatizaran o quedaran sin hacer si nadie esta dispuesto a hacerlos.
 

Dos Rutas


Sin embargo, hay otro sentido de "no todos pueden hacer el trabajo que aman" que es muy cierto. Uno tiene que ganarse la vida, y es difícil que se te pague por hacer el trabajo que amas. Hay dos rutas hacia ese destino:

La ruta orgánica: a medida que te vuelvas más eminente, aumenta poco a poco las partes de tu trabajo que te gustan a expensas de las que no.

La ruta de los dos trabajos: trabaja en cosas que no te gustan para conseguir dinero y trabajar en las que si te gustan.

La ruta orgánica es más común. Le ocurre de forma natural a todo el que hace un buen trabajo. Un arquitecto joven tiene que aceptar cualquier trabajo que pueda conseguir, pero si lo hace bien, poco a poco estará en condiciones de escoger y elegir entre proyectos. La desventaja de esta ruta es que es lenta e incierta. Incluso un puesto fijo no representa verdadera libertad.

La ruta de los dos trabajos tiene algunas variantes en función de cuanto tiempo trabajas por dinero a la vez. En un extremo está el "trabajo diurno," en el que trabajas las horas normales de un empleo para ganar dinero y trabajar en lo que te gusta en tu tiempo libre. En el otro extremo trabajas en algo hasta que haces lo suficiente para no tener que trabajar por dinero otra vez.

La ruta de los dos trabajos es menos común que la vía orgánica, ya que requiere una elección deliberada. Es también más peligrosa. La vida tiende a ser más cara a medida que envejeces, así que es fácil dejarse atrapar trabajando más de lo esperado en el empleo que genera dinero. Peor aún, todo en lo que trabajas te cambia. Si trabajas mucho tiempo en cosas aburridas, pudrirá tu cerebro. Y los empleos mejor remunerados son los más peligrosos, ya que requieren toda tu atención.

La ventaja de la ruta de los dos trabajos es que te permite saltar sobre los obstáculos. El paisaje de posibles puestos de trabajo no es plano, hay paredes de distintas alturas entre los distintos tipos de trabajo. [7] El truco de la maximización de las partes de tu trabajo que te gustan puede llevarte de la arquitectura hasta diseño de productos, pero probablemente no a la música. Si ganas dinero haciendo una cosa y luego trabajas en otra, tienes más libertad de elección.

¿Qué camino debes tomar? Eso depende de que tan seguro estas acerca de lo que quieres hacer, que tan bueno eres recibiendo ordenes, cuanto riesgo puedes soportar, y las probabilidades de que alguien pagaría (en tu vida) por lo que quieres hacer. Si estás seguro del area en general en que deseas trabajar y es algo por lo que la gente estaría dispuesta a pagarte, entonces probablemente debas tomar la ruta orgánica. Pero si no sabes en lo que quieres trabajar, o no te gusta recibir órdenes, es posible que desees tomar la ruta de los dos trabajos, si puedes sobrellevar el riesgo.

No decidas demasiado pronto. Los niños que saben muy temprano lo que quieren hacer parecen impresionantes, como si tuvieran la respuesta a alguna pregunta de matemáticas antes que los demás niños. Tienen una respuesta, sin duda, pero lo más probable es que esté errada.

Una amiga mía que es una doctora bastante exitosa, se queja constantemente de su trabajo. Cuando las personas que quieren ingresar a la escuela de medicina le piden consejo, quiere sacudirlos y gritarles: "¡No lo hagas!" (Pero nunca lo hace.) ¿Cómo llegó a esta situación? Ya en la escuela secundaria quería ser médico. Y es tan ambiciosa y decidida que superó todo obstáculo en el camino—incluyendo, por desgracia, el que no le gustara.

Ahora tiene una vida elegida para ella por una chica de secundaria.

Cuando eres joven, se te da la impresión de que tienes suficiente información para tomar cada decisión antes de necesitar hacerlo. Pero esto no es así con el trabajo. Cuando estas decidiendo qué hacer, tienes que operar sobre información ridículamente incompleta. Incluso en la universidad tienes poca idea de cómo son los diversos tipos de trabajo. En el mejor de los casos puedes tener un par de prácticas, pero no todos los puestos de trabajo ofrecen pasantías, y los que si lo hacen no te enseñan mucho más acerca del trabajo que lo que ser un cargabates te enseña acerca de jugar béisbol.

En el diseño de la vida, como en el diseño de la mayoría de otras cosas, consigues mejores resultados si utilizas medios flexibles. Así que a menos que estés muy seguro de lo que quieres hacer, puede que tu mejor apuesta sea elegir un tipo de trabajo que podría convertirse en una carrera, ya sea orgánica o de dos puestos de trabajo. Esa fue probablemente parte de la razón por la que elegí las computadoras. Puedes ser profesor, o hacer mucho dinero, o transformarlo en una gran cantidad de otros tipos de trabajo.

También es aconsejable, desde el principio, buscar empleos que te permitan hacer muchas cosas diferentes, para que puedas aprender más rápido como son los diversos tipos de trabajo. Por el contrario, la versión extrema de los dos puestos de trabajo es peligrosa porque te enseña muy poco sobre lo que te gusta. Si trabajas duro siendo un operador de bonos durante diez años, pensando que lo vas a dejar y escribirás novelas cuando tengas el dinero suficiente, ¿que sucederá cuando renuncies y descubras que en realidad no te gusta escribir novelas?

La mayoría de la gente diría: acepto ese problema. Dame un millón de dólares y ya pensaré qué hacer. Pero es más difícil de lo que parece. Las limitaciones moldean tu vida. Eliminalas y la mayoría de la gente no tiene idea de qué hacer: observa lo que sucede con los que ganan la lotería o heredan dinero. Por mucho que todo el mundo piense que desea seguridad financiera, las personas más felices no son los que la tienen, sino aquellos a los que les gusta lo que hacen. Así que un plan que promete libertad a expensas de saber qué hacer con ella, puede no ser tan bueno como parece.

Cualquiera sea la ruta que tomes, espera una batalla. Encontrar un trabajo que amas es muy difícil. La mayoría de la gente fracasa. Incluso si tienes éxito, es raro tener la libertad para trabajar en lo que quieres hasta los treinta o cuarenta años. Pero si tienes el destino a la vista es más probable llegar a él. Si sabes que puedes amar el trabajo, estás en la recta final, y si sabes qué trabajo amas, estás prácticamente ahí.
 

 

 

 

Notas

[1] Actualmente hacemos todo lo contrario: cuando obligamos a los niños a hacer un trabajo aburrido, como ejercicios de aritmética, en lugar de admitir con franqueza que es aburrido, tratamos de disimularlo decorándolo superficialmente.

[2] Un padre me contó acerca de un fenómeno relacionado: se encontró ocultándole a su familia lo mucho que le gustaba su trabajo. Cuando quería ir a trabajar en sábado, le resultaba más fácil decir que era porque "tenía que" por alguna razón, en lugar de admitir que prefería trabajar que quedarse en casa con ellos.

[3] Algo similar ocurre con los suburbios. Los padres se mudan a los suburbios para criar a sus hijos en un ambiente seguro, pero los suburbios son tan aburridos y artificiales que para cuando tienen quince años los niños están convencidos de que todo el mundo es aburrido.

[4] No estoy diciendo que los amigos deban ser el único público de tu trabajo. Cuanta más gente pueda ayudar, mejor. Sin embargo, los amigos deben ser tu brújula.

[5] Donald Hall dijo que los jóvenes aspirantes a poetas estaban equivocados al estar tan obsesionados con ser publicados. Pero puedes imaginarte lo que haría para un joven de 24 años tener un poema publicado en The New Yorker. Ahora para la gente que lo conoce en las fiestas es un verdadero poeta. En realidad no es mejor o peor de lo que era antes, pero para un público tan ignorante como ese, la aprobación de una autoridad oficial hace toda la diferencia. Así que es un problema más difícil de lo que Hall imagina. La razón por la que a los jóvenes les preocupa tanto el prestigio es que las personas a las que quieren impresionar no son muy exigentes.

[6] Esto es isomorfo al principio de que debes evitar que tus creencias acerca de cómo son las cosas sean contaminadas por la forma en que deseas que fueran. La mayoría de las personas las dejan mezclarse de forma bastante confusa. La continua popularidad de la religión es el índice más visible de ello.

[7] Una metáfora más exacta sería decir que la gráfica de puestos de trabajo no está muy bien comunicada.

Gracias a Trevor Blackwell, Dan Friedman, Sarah Harlin, Jessica Livingston, Jackie McDonough, Robert Morris, Peter Norvig, David Sloo, y Aaron Swartz por leer borradores de este ensayo.





Traducido del original How to Do What You Love por Paul Graham. Traducción: Armando Alvarez.