ES EL CARISMA, ESTÚPIDO
Noviembre de 2004, corregido Junio de 2006
La navaja de Occam dice que debemos preferir la más simple de dos explicaciones. Comienzo por recordar a los lectores este principio, porque estoy a punto de proponer una teoría que ofenderá tanto a liberales como a conservadores. Pero la navaja de Occam dice que, si quieres estar en desacuerdo con ella, tienes multitud de coincidencias por explicar.
Teoría: En las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el candidato más carismático gana.
Las personas que escriben sobre política, ya sean de izquierda o derecha, padecen un mal común: toman en serio la política. Cuando un candidato vence a otro buscan explicaciones políticas. El país se está desplazando hacia la izquierda o hacia la derecha. Ese tipo de cambio, sin duda, puede ser el resultado de una elección presidencial, lo que hace que sea fácil creer que esa fue la causa.
Pero cuando pienso en por que voté por Clinton en lugar del primer George Bush, no fue porque estuviera inclinándome hacia la izquierda. Es simplemente que Clinton parecía más dinámico. Parecía querer más el trabajo. Bush parecía viejo y cansado. Sospecho que fue lo mismo para una gran cantidad de votantes.
Clinton no representó ningún cambio nacional hacia la izquierda. [1] Simplemente era más carismático que George Bush o (Dios nos ayude) Bob Dole. En el año 2000 tuvimos prácticamente un experimento controlado para demostrarlo: Gore tenia las políticas de Clinton, pero no su carisma, y sufrió proporcionalmente. [2] La misma historia en 2004. Kerry era más inteligente y articulado que Bush, pero un tanto tieso. Y perdió.
Al mirar más atrás, sigo encontrando el mismo patrón. Los expertos dijeron que Carter venció a Ford porque el país desconfiaba de los republicanos después de Watergate. Y sin embargo, también sucedió que Carter era famoso por su gran sonrisa y sus modales populares, y Ford por ser un torpe aburrido. Cuatro años más tarde, los expertos dijeron que el país se había inclinado hacia la derecha. Pero Reagan, un ex actor, resultó ser aún más carismático que Carter (cuya sonrisa era un poco menos alegre después de cuatro años de estrés en la oficina). En 1984, la brecha de carisma entre Reagan y Mondale era como la que había entre Clinton y Dole, con resultados similares. El primer George Bush logró ganar en 1988, a pesar de que más tarde sería derrotado por uno de los presidentes más carismáticos de todos los tiempos, ya que en 1988 fue en contra del notoriamente poco carismático Michael Dukakis.
Estas son las elecciones que recuerdo personalmente, pero al parecer el mismo patrón jugó en 1964 y 1972. El más reciente ejemplo contrario parece ser 1968, cuando Nixon venció al más carismático Hubert Humphrey. Pero cuando se examina esa elección, tiende a apoyar más la teoría del carisma que a contradecirla. Como Joe McGinniss relata en su famoso libro La Venta del Presidente 1968, Nixon sabía que tenía menos carisma que Humphrey, y por lo tanto simplemente se negó a debatir con él en la televisión. Sabía que no podía permitirse el lujo de dejar que los vieran juntos.
Hoy en día, un candidato probablemente no puede salirse con la negativa a debatir. Pero en 1968 la costumbre de los debates televisivos se encontraba en evolución. En efecto, Nixon ganó en 1968 porque a los votantes no se les permitió ver al verdadero Nixon. Lo único que vieron fueron comerciales cuidadosamente dirigidos.
Por extraño que parezca, el verdadero contraejemplo más reciente es probablemente 1960. Aunque esta elección se da generalmente como un ejemplo del poder de la televisión, Kennedy al parecer no habría ganado sin el fraude cometido por la maquinaria del partido en Illinois y Texas. Pero la televisión era joven todavía en 1960; sólo el 87% de los hogares tenía una. [3] Sin lugar a dudas la TV ayudó a Kennedy, por lo que los historiadores tienen razón al ver a estas elecciones como un momento decisivo. La Televisión requería un nuevo tipo de candidato. No habría más Calvin Coolidges.
La teoría del carisma también puede explicar por qué los demócratas tienden a perder las elecciones presidenciales. El núcleo de la ideología de los demócratas parece ser una creencia en el gobierno. Tal vez esto tiende a atraer a personas apasionadas, pero opacas. Dukakis, Gore y Kerry eran tan similares en ese sentido que podrían haber sido hermanos. Lo bueno para los demócratas es que su criba deja pasar un Clinton de vez en cuando, incluso si resultan algunos escándalos. [4]
A uno le gustaría creer que las elecciones se ganan y se pierden en las propuestas, aunque fueran falsas como las de Willie Horton. Y sin embargo, si así fuera, tenemos una notable coincidencia por explicar. En todas las elecciones presidenciales desde que se generalizó la televisión, el candidato aparentemente más carismático ha ganado. Sorprendente, ¿no es así? que las opiniones de los votantes sobre las propuestas se hayan alineado con el carisma durante 11 elecciones seguidas.
Los comentaristas políticos que anuncian cambios hacia la izquierda o hacia la derecha en los análisis de la mañana siguiente a la elección son como los reporteros financieros que estan atorados escribiendo historias, día tras día, sobre las aleatorias fluctuaciones de la bolsa de valores. El día acaba, el mercado cierra a la alta o a la baja, el reportero busca buenas o malas noticias respectivamente, y escribe que el mercado subió por la noticia de ganancias de Intel, o bajó por los temores de inestabilidad en el Oriente Medio. Supongamos que de alguna manera pudiéramos darle a estos reporteros información falsa sobre el cierre del mercado, pero dándoles todas las demás noticias intactas. ¿Alguien cree que se darían cuenta de la anomalía, y no escribirian simplemente que las acciones fueron hacia arriba (o hacia abajo) por cualquier noticia buena (o mala) que se produjo ese día? Que dirían: ¡Hey! Espera un minuto, ¿cómo pueden estar tan tranquilas las acciones con todos estos disturbios en el Oriente Medio?
No estoy diciendo que los problemas no les importan a los votantes. Por supuesto que sí. Sin embargo, los principales partidos saben muy bien cuales temas son de suma importancia a los votantes, y en respuesta ajustan su mensaje de forma tan precisa, que tienden a dividirse la diferencia en las propuestas, dejando que la elección se decida por el factor que no pueden controlar: el carisma.
Si los demócratas hubieran postulado a un candidato tan carismático como Clinton en las elecciones de 2004, habrían ganado. Y estaríamos leyendo que la elección fue un referéndum sobre la guerra en Irak, en lugar de que los demócratas han perdido el contacto con los cristianos evangélicos de la zona centro estadounidense.
Durante las elecciones de 1992, el equipo de campaña de Clinton tenía un gran cartel en su oficina que decía: "Es la economía, estúpido". Tal vez fue aún más sencillo de lo que pensaron.
Posdata
Las opiniones parecen estar divididas acerca de la teoría del carisma. Algunos dicen que es imposible, otros dicen que es obvio. Esto parece una buena señal. Tal vez la verdad se encuentra en el punto medio entre ambas.
En cuanto a que sea imposible, esta es mi respuesta: Aquí están los datos; aquí esta la teoría, la teoría explica los datos al 100%. Para un científico, al menos, eso significa que merece atención, por poco plausible que parezca.
¿No puedes creer que los votantes son tan superficiales que simplemente eligen al tipo más carismático? Mi teoría no requiere eso. No estoy proponiendo que el carisma sea el único factor, sólo que es el único que queda una vez que los esfuerzos de las dos partes se cancelan mutuamente.
En cuanto a que la teoría sea obvia, hasta dónde sé, nadie la ha propuesto antes. Los analistas electorales se sienten orgullosos cuando consiguen los mismos resultados con modelos mucho más complicados.
Por último, para la gente que dice que la teoría probablemente sea cierta, pero un tanto deprimente: no es tan malo como parece. El fenómeno es como una anomalía de precios, una vez que la gente se de cuenta que está ahí, desaparecerá. Una vez que ambas partes se den cuenta que es una pérdida de tiempo nominar candidatos sin carisma, tenderán a nominar sólo a los más carismáticos. Y si los candidatos son igualmente carismáticos, el carisma se anulará, y las elecciones se decidirán por las propuestas, como a los comentaristas políticos les gusta pensar que sucede ahora.
Notas
[1] Como el propio Clinton descubrió para su sorpresa cuando, en uno de sus primeros actos como presidente, trató de inclinar la milicia hacia la izquierda. Después de una riña logro escapar, haciendo algunas concesiones para guardar las apariencias.
[2] Cierto, Gore ganó el voto popular. Pero los políticos saben que el voto electoral decide la elección, así que hacen campaña para eso. Si Bush hubiera estado haciendo campaña por el voto popular presumiblemente habría conseguido más de este. (Gracias a los criticones por este punto.)
[3] Fuente: Nielsen Media Research. Del restante 13%, 11 no tenían televisión, porque no podían pagarla. Yo diría que el faltante 11% era probablemente también el 11% más susceptible a su carisma.
[4] Una de las implicaciones de esta teoría es que los partidos no deberían ser demasiado rápidos rechazando candidatos con trapos sucios en sus armarios. Los candidatos carismáticos tienden a tener más trapos sucios que los relucientes y aburridos, pero en la práctica eso no parece perder las elecciones. El actual Bush, por ejemplo, probablemente tomó más drogas en su adolescencia que cualquier otro presidente anterior, y sin embargo, logró ser elegido con una base de cristianos evangélicos. Todo lo que tienes que hacer es decir que te has reformado, y cerrar el pico sobre los detalles.
Gracias a Trevor Blackwell, Maria Daniels, Jessica Livingston, Jackie McDonough, y Robert Morris por leer los borradores de este ensayo, y a Eric Raymond por señalar que estaba equivocado acerca de 1968.
Traducido de It's Charisma, Stupid por Paul Graham. Traducción: Armando Alvarez