COSAS
Julio de 2007
Tengo demasiadas cosas. Le ocurre a la mayoría de los americanos. De hecho, mientras más pobre sea la gente, más cosas parecen tener. Casi nadie es tan pobre que no pueda tener un patio lleno de coches viejos.
Pero no siempre fue así. Las cosas solían ser escasas y valiosas. Todavía puedes ver evidencia de ello si lo buscas. Por ejemplo, en mi casa de Cambridge, que fue construida en 1876, las habitaciones no tienen armarios. En esa época las cosas de las personas cabían en una cómoda. Incluso en fecha tan reciente como hace unas décadas había mucha menor cantidad de cosas. Cuando veo fotos de la década de 1970, me sorprende lo vacías que lucían las casas. Cuando era niño tenía lo que yo pensaba era una enorme flota de coches de juguete, pero quedaría empequeñecida por el número de juguetes que tienen mis sobrinos. Juntos, mis Matchbox y Corgis abarcan alrededor de un tercio de la superficie de mi cama. En las habitaciones de mis sobrinos la cama es el único espacio vacío.
Las cosas se han vuelto mucho más baratas, pero nuestra actitud hacia ellas no ha cambiado en consecuencia. Sobrevaloramos las cosas.
Ese era un gran problema para mí cuando no tenía dinero. Me sentía pobre, y las cosas parecían valiosas, por lo que casi instintivamente las acumulaba. Si los amigos dejaban algo atrás cuando se mudaban, o veía algo en la basura cuando estaba caminando por la calle en la noche (cuidado con aquello que te encuentres describiendo como "perfectamente bueno"), o encontraba algo en una venta de garaje en condiciones casi nuevas por una décima parte de su precio de venta. Y ¡zas!, más cosas.
De hecho, estas cosas gratis o casi gratis no eran gangas, porque valían mucho menos de lo que costaban. La mayoría de las cosas que acumulé no valía nada, porque no las necesitaba.
Lo que no entendía era que el valor de alguna nueva adquisición no era la diferencia entre su precio de venta y lo que pagaba por ella. Era el valor que derivaba de ella. Las cosas son un activo muy ilíquido. A menos que tengas un plan para vender esa cosa valiosa que conseguiste tan barata, ¿qué más da cuanto “vale”? La única manera en que vas a sacar cualquier valor de la misma es usándola. Y si no tienes un uso inmediato para ella, probablemente nunca lo tendrás.
Las compañías que venden cosas han gastado enormes sumas de dinero enseñándonos a pensar que las cosas siguen siendo valiosas. Pero sería más cercano a la verdad tratar las cosas como si no valieran nada.
De hecho, es peor que si no valieran nada, porque una vez que has acumulado una cierta cantidad de cosas, empiezan a poseerte y no al revés. Sé de una pareja que no podía mudarse a la ciudad de su preferencia por no poder pagar allí un lugar lo suficientemente grande para todas sus cosas. Su casa no es suya; sino de sus cosas.
Y a menos que seas muy organizado, una casa llena de cosas puede ser muy deprimente. Una sala abarrotada exprime el ánimo. Una de las razones, por supuesto, es que hay menos espacio para las personas en una habitación llena de cosas. Pero es más que eso. Creo que los humanos constantemente analizan su entorno para construir un modelo mental de lo que les rodea. Y cuanto más difícil sea analizar una escena, menos energía te queda para los pensamientos conscientes. Una habitación abarrotada es literalmente agotadora.
(Esto podría explicar por qué el desorden no parece molestar a los niños tanto como a los adultos. Los niños son menos perceptivos. Construyen un modelo más tosco de su entorno, y esto consume menos energía).
Me di cuenta de la inutilidad de las cosas cuando viví en Italia durante un año. Todo lo que llevaba conmigo era una gran mochila de cosas. El resto de mis cosas las dejé en el ático de mi casera en los Estados Unidos ¿Y sabes qué? Todo lo que extrañe fueron algunos de los libros. A finales del año ni siquiera podía recordar qué más había guardado en el desván.
Y sin embargo, cuando regresé no deseche más de una caja de cosas. ¿Tirar a la basura un teléfono de disco en perfecto estado? Podría necesitarlo algún día.
Lo que es verdaderamente doloroso recordar no es sólo que acumule todas estas cosas inútiles, sino que a menudo gasté dinero que necesitaba desesperadamente en cosas que no necesitaba.
¿Por qué lo hice? Debido a que las personas cuyo trabajo es vender cosas son muy, muy buenos en eso. El joven promedio de 25 años no es competencia para las empresas que han pasado años pensando cómo hacerte gastar dinero en cosas. Convierten la experiencia de comprar cosas en algo tan agradable que "ir de shopping" se convierte en una actividad de ocio.
¿Cómo protegerse de estas personas? Puede no ser fácil. Soy una persona bastante escéptica, y sus trucos funcionaron en mí ya entrado en mis treinta años. Pero una cosa que podría funcionar es preguntarse, antes de comprar algo, "¿esto mejorará mi vida notablemente?"
Una amiga mía se curó del habito de comprar ropa preguntándose antes de comprar cualquier cosa "¿Voy a llevar esto todo el tiempo?" Si no podía convencerse de que algo que estaba pensando comprar se convertiría en una de las pocas cosas que llevaba todo el tiempo, no lo compraba. Creo que podría funcionar para cualquier tipo de compra. Antes de comprar algo, pregúntate: ¿será algo que utilizare constantemente? ¿O es sólo algo agradable? ¿O peor aún, una simple ganga?
En este sentido, las peores cosas pueden ser aquellas que no usas mucho porque son muy buenas. Nada te posee tanto como las cosas frágiles. Por ejemplo, la "porcelana china", que tantos hogares tienen, y cuya cualidad definitoria no es tanto que sea divertida de usar, sino que hay que tener especial cuidado en no romperla.
Otra manera de resistirse a adquirir cosas es pensar en el coste total de poseerlo. El precio de compra es sólo el comienzo. Vas a tener que pensar en eso durante años—tal vez por el resto de tu vida. Todo lo que posees extrae energía de ti. Algunas dan más de la que toman. Esas son las únicas cosas que vale la pena tener.
Ahora he dejado de acumular cosas. Excepto libros—pero los libros son diferentes. Los libros se asemejan más a un afluente que a objetos individuales. No es particularmente inconveniente poseer varios miles de libros, mientras que si fueras dueño de varios miles de posesiones aleatorias serías una celebridad local. Pero a excepción de los libros, ahora evito activamente las cosas. Si quiero gastar dinero en algún tipo de gusto, lo empleo en servicios en lugar de bienes.
No estoy diciendo que esto se deba a que he logrado algún tipo de desprendimiento de las cosas materiales tipo zen. Estoy hablando de algo más mundano. Un cambio histórico ha tenido lugar, y ahora soy consciente. Las cosas solían ser valiosas, y ya no lo son.
En los países industrializados sucedió lo mismo con los alimentos en la mitad del siglo XX. Conforme el alimento se hizo más barato (o nos hicimos más ricos; es indistinto), comer demasiado comenzó a ser un peligro más grande que comer muy poco. Ahora hemos llegado a ese punto con las cosas. Para la mayoría de las personas, ricas o pobres, las cosas se ha convertido en una carga.
La buena noticia es, que si estás llevando una carga sin saberlo, tu vida podría ser mejor de lo que crees. Imagínate caminando por años con pesas de dos kilos atadas al tobillo, y de repente te las quitas.
Traducido de Stuff por Paul Graham. Traducción: Armando Alvarez