LA ERA DEL ENSAYO


Septiembre 2004


¿Recuerdas los ensayos que tenías que escribir durante el bachillerato? Frase del tema, párrafo de introducción, párrafos de apoyo, conclusión. Siendo la conclusión algo así como que Ahab, en Moby Dick, era una figura semejante a Cristo.

Mal. Así que tratare de mostrar la otra cara de la moneda: qué es en realidad un ensayo y como escribir uno. O por lo menos, cómo escribo yo uno.


Modas


La diferencia más obvia entre los verdaderos ensayos y las cosas que uno tiene que escribir en la escuela es que los verdaderos ensayos no son exclusivamente sobre literatura Inglesa. Ciertamente, las escuelas deben enseñar a los estudiantes a escribir. Sin embargo, debido a una serie de accidentes históricos, la enseñanza de la escritura se ha mezclado con el estudio de la literatura. Así, en todo el país, los estudiantes no están escribiendo sobre cómo un equipo de béisbol con un presupuesto pequeño puede competir contra los Yankees, o el papel que desempeña el color en la moda, o qué constituye un buen postre, sino sobre el simbolismo en Dickens.

Con el resultado de que se hace parecer a la escritura aburrida y sin sentido. ¿A quien le importa el simbolismo en Dickens? El mismo Dickens estaría más interesado en un ensayo sobre el color o el béisbol.

¿Cómo llegaron a esto las cosas? Para responder a eso tenemos que retroceder casi mil años. Alrededor del año 1100, Europa por fin comenzó a recuperar el aliento después de siglos de caos, y una vez que se dio el lujo de la curiosidad, redescubrieron lo que llamamos "los clásicos". El efecto fue más bien como si fuéramos visitados por seres de otro sistema solar. Estas civilizaciones tempranas eran mucho más sofisticadas, que durante los siguientes siglos el principal trabajo de los eruditos europeos, en casi todos los campos, fue asimilar lo que sabían.

Durante este período, el estudio de textos antiguos adquirió un gran prestigio. Parecía ser la esencia de lo que hacían los académicos. Conforme la erudición europea cobró fuerza se hizo cada vez menos importante; para el año 1350 alguien que quería aprender sobre la ciencia podría encontrar mejores maestros que Aristóteles en su propia época. [1] Sin embargo, las escuelas cambiaban más lento que la erudición. En el siglo XIX el estudio de textos antiguos seguía siendo la columna vertebral del plan de estudios.

El tiempo estaba entonces listo para la siguiente pregunta: si el estudio de textos antiguos es un campo válido para la erudición, ¿por qué no los textos modernos? La respuesta, por supuesto, es que la original raison d’être de la erudición clásica era una especie de arqueología intelectual que no necesita realizarse en el caso de autores contemporáneos. Sin embargo, por razones obvias, nadie quería dar esa respuesta. Estando casi terminados los trabajos arqueológicos, eso implicaba que los que estudiaban los clásicos estaban, si no desperdiciando su tiempo, al menos trabajando en problemas de menor importancia.

Y así comenzó el estudio de la literatura moderna. Hubo una buena cantidad de resistencia al principio. Los primeros cursos de literatura Inglesa parecen haber sido ofrecidos por los colegios más nuevos, en particular los Estadounidenses. Dartmouth, la Universidad de Vermont, Amherst, y la University College, Londres enseñó literatura Inglesa en la década de 1820. Pero Harvard no tuvo un profesor de literatura Inglesa hasta 1876, y Oxford hasta 1885. (Oxford tuvo una plaza de Chino antes de tener una de Inglés.) [2]

Lo que inclinó la balanza, al menos en los Estados Unidos, parece haber sido la idea de que los profesores deben hacer investigación, así como enseñar. Esta idea (junto con el programa de doctorado, las especialidades, y de hecho todo el concepto de la universidad moderna) fue importado de Alemania en el siglo XIX. Partiendo de la Johns Hopkins en 1876, el nuevo modelo se extendió rápidamente.

La escritura fue una de las víctimas. Los colegios habían enseñado durante mucho tiempo composición Inglesa. Pero ¿cómo se hace investigación sobre la composición? Los profesores que enseñaban matemáticas podrían ser requeridos para realizar matemáticas originales, los que enseñaban historia podrían ser requeridos para escribir artículos académicos sobre historia, pero ¿qué pasa con los profesores que enseñaban retórica o composición? ¿Sobre qué debían hacer investigación? Lo más cercano parecía ser la literatura Inglesa. [3]

Y así, a finales del siglo 19 la enseñanza de la escritura fue heredada por los profesores de Inglés. Esto tenía dos inconvenientes: (a) un experto en literatura no tiene por qué ser él mismo un buen escritor, más de lo que un historiador de arte tiene que ser un buen pintor, y (b) el sujeto de la escritura ahora tiende a ser la literatura, ya que es eso en lo que el profesor está interesado.

Las escuelas de bachillerato imitan a las universidades. Las semillas de nuestras miserables experiencias en bachillerato se sembraron en 1892, cuando la Asociación Nacional de Educación “recomendó formalmente que la literatura y la composición se unifiquen en el curso del bachillerato". [4] El componente “...tura” de las 3 Rs [a] se transformó entonces en Inglés, con la extraña consecuencia de que los estudiantes de bachillerato ahora tenían que escribir sobre literatura Inglesa: escribir, sin darse cuenta siquiera, imitaciones de lo que cualquier profesor de Inglés había estado publicando en sus diarios unas décadas antes.

No es de extrañar que a los estudiantes esto les parezca un ejercicio inútil, porque ahora estamos alejados tres pasos de distancia del verdadero trabajo: los estudiantes están imitando a profesores de Inglés, los cuales están imitando a los escolares clásicos, que no son más que los herederos de una tradición que surge de lo que fue, hace 700 años, fascinante y urgente trabajo necesario.


Sin Defensa


La otra gran diferencia entre un ensayo real y las cosas que te hacen escribir en la escuela es que un verdadero ensayo no toma una posición y luego la defiende. Ese principio, como la idea de que deberíamos escribir acerca de literatura, resulta ser otra resaca intelectual de orígenes largo tiempo olvidados.

A menudo se cree erróneamente que las universidades medievales eran en su mayoría seminarios. De hecho, eran más bien facultades de derecho. Y, al menos en nuestra tradición, los abogados son defensores, entrenados para asumir cualquier lado de un argumento y preparar el mejor caso que puedan. Ya sea causa o efecto, este espíritu impregnó las primeras universidades. El estudio de la retórica, el arte de argumentar persuasivamente, era una tercera parte de los planes de estudios. [5] Y después de la cátedra la forma más común de discusión era la disputa. Esto se conserva, al menos nominalmente, en nuestra defensa de la tesis hoy en día: la mayoría de la gente trata las palabras tesis y disertación como intercambiables, pero en su origen, al menos, una tesis era una posición adoptada y la disertación era el argumento por el cual se defendía.

La defensa de una posición puede ser un mal necesario en una disputa legal, pero no es la mejor manera de llegar a la verdad, como creo que los abogados serían los primeros en admitir. No es sólo que pierdes las sutilezas de esta manera. El verdadero problema es que no puedes cambiar la pregunta.

Y sin embargo, este principio esta presente en la estructura misma de las cosas que te enseñan a escribir en el bachillerato. La frase del tema es tu tesis, elegida de antemano, los párrafos de apoyo los golpes que asestas en el conflicto, y la conclusión— humm, ¿cuál es la conclusión? Nunca estuve seguro de eso durante el bachillerato. Parecía como si se suponía que sólo reafirmariamos lo que habiamos dicho en el primer párrafo, pero con palabras tan diferentes que nadie se pudiera dar cuenta. ¿Por qué molestarse? Pero cuando se comprende el origen de esta especie de "ensayo", puedes ver de donde viene la conclusión. Son las observaciones finales al jurado.

La buena escritura debe ser convincente, sin duda, pero debe ser convincente por que tienes las respuestas correctas, no porque hiciste un buen trabajo argumentando. Cuando le doy el borrador de un ensayo a mis amigos, hay dos cosas que quiero saber: que partes les aburren, y cuales parecen poco convincentes. Por lo general las partes aburridas se pueden arreglar recortando. Pero no trato de arreglar las partes poco convincentes con argumentos más inteligentes. Tengo que discutir nuevamente el asunto.

Por lo menos tengo que haber explicado algo mal. En ese caso, en el curso de la conversación me veré obligado a llegar a una explicación más clara, que pueda simplemente incorporar en el ensayo. Las más de las veces tengo que cambiar lo que estaba diciendo también. Pero el objetivo no es ser convincente por sí mismo. Conforme el lector se vuelve más inteligente, convincente y verdadero se hacen idénticos, por lo que si puedo convencer a los lectores inteligentes debo estar cerca de la verdad.

Puede que el tipo de escritura que intenta persuadir sea una forma válida (o al menos inevitable), pero es históricamente incorrecto llamarlo un ensayo. Un ensayo es otra cosa.


Intentando


Para entender lo que es un verdadero ensayo, tenemos que retroceder de nuevo en la historia, aunque esta vez no tan lejos. A Michel de Montaigne, quien en 1580 publicó un libro de lo que él llamó "Ensayos". Estaba haciendo algo muy diferente de lo que hacen los abogados, y la diferencia se manifiesta en el nombre. Essayer es el verbo francés que significa "intentar" y un essai es un intento. Un ensayo es algo que escribes para tratar de descubrir algo.

¿Descubrir qué? Todavía no lo sabes. Y no puedes comenzar con una tesis, porque no tienes una, y puede que nunca la tengas. Un ensayo no comienza con una declaración, sino con una pregunta. En un verdadero ensayo, no tomas una posición y la defiendes. Notas una puerta entreabierta, la abres y caminas para ver que hay dentro.

Sin embargo, si lo único que deseas hacer es descubrir cosas, ¿por qué necesitas escribirlo? ¿Por qué no sólo sentarse y pensar? Bueno, ahí estriba precisamente el gran descubrimiento de Montaigne. Expresar las ideas ayuda a formarlas. De hecho, ayudar es una palabra demasiado débil. La mayoría de lo que termina en mis ensayos sólo lo pienso cuando me siento a escribirlos. Es por eso que los escribo.

En las cosas que escribes en la escuela estas, en teoría, tan sólo explicándote al lector. En un verdadero ensayo estas escribiendo para ti mismo. Estás pensando en voz alta.

Pero no del todo. Así como invitar a personas te obliga a limpiar tu apartamento, escribir algo que otra gente leerá te obliga a pensar bien. Por lo que sí importa tener una audiencia. Las cosas que he escrito sólo para mí no son buenas. Tienden a hacerse empalagosas. Cuando me encuentro con dificultades, encuentro que concluyo con una serie de preguntas vagas y luego me voy tomar una taza de té.

Muchos de los ensayos que se publican terminan de la misma manera. En particular, aquellos escritos por escritores que forman parte del personal de revistas de noticias. Los escritores de fuera tienden a ofrecer a la editorial los del tipo defiende-una-posición, que dibujan una línea recta hacia una excitante  (y predeterminada) conclusión. Pero los escritores del personal se sienten obligados a escribir algo "equilibrado". Debido a que están escribiendo para una revista popular, comienzan con las preguntas más radiactivamente controversiales, de las cuales —debido a que está escribiendo para una revista popular— luego proceden a retroceder con terror. ¿Aborto? ¿a favor o en contra? Este grupo dice una cosa. Ese grupo dice otra. Una cosa es cierta: la cuestión es compleja. (Pero no se enoje con nosotros. No sacamos ninguna conclusión.)


El Río


Las preguntas no son suficientes. Un ensayo tiene que dar respuestas. No siempre es asi, por supuesto. A veces empiezas con una pregunta prometedora y no llegas a ninguna parte. Pero esos no se publican. Esos son como experimentos que no obtienen resultados concluyentes. Un ensayo que publicas debe decirle al lector algo que no supiera ya.

Pero que le dices no importa, siempre y cuando sea interesante. A veces se me acusa de divagar. En la escritura del tipo defiende-una-posición eso sería un falla. Allí no estás preocupado por la verdad. Ya sabes a dónde vas y quieres ir directamente allí, arrasando obstáculos, relajadamente, a través de terrenos pantanosos. Pero no es eso lo que tratas de hacer en un ensayo. Un ensayo, se supone, es una búsqueda de la verdad. Sería sospechoso si no divagara. [b]

El Meandro (también conocido como Menderes) es un río en Turquía. Como es de esperar, da rodeos por todo el lugar. Pero no lo hace por frivolidad. El camino que ha descubierto es la ruta más económica al mar. [6]

El algoritmo del río es simple. A cada paso, fluye hacia abajo. Para el ensayista esto se traduce en: fluye de manera interesante. De todos los lugares a los que puedas ir, elige el más interesante. Uno no puede tener tan poca visión como un río. Por lo general siempre sé acerca de lo que quiero escribir. Pero no las conclusiones especificas que quiero alcanzar; párrafo a párrafo dejo que las ideas sigan su curso.

Esto no siempre funciona. A veces, como un río, se corre contra una pared. Entonces hago lo mismo que hace el río: doy marcha atrás. En un momento de este ensayo descubrí que después de seguir cierto hilo se me acabaron las ideas. Tuve que volver siete párrafos atrás y volver a empezar en otra dirección.

Un ensayo es fundamentalmente una línea de pensamiento—, pero una limpia linea de pensamiento, al igual que el diálogo es una limpia linea de conversación. El verdadero pensamiento, al igual que la verdadera conversación, está llena de intentos fallidos. Sería agotador de leer. Es necesario cortar y rellenar para enfatizar el hilo conductor, como un ilustrador poniendo tinta sobre un dibujo a lápiz. Pero no cambies tanto que pierdas la espontaneidad del original.

Erra en el lado del río. Un ensayo no es una obra de referencia. No es algo que leas en busca de una respuesta específica y te sientas engañado si no la encuentras. Prefiero leer un ensayo que tomó una dirección inesperada pero interesante que uno que avanzó debidamente a lo largo de un curso preestablecido.


Sorpresa


Entonces, ¿qué es interesante? Para mí, interesante significa sorpresa. Las interfaces, como Geoffrey James ha dicho, deben seguir el principio de mínima sorpresa. Un botón que luce como que hará que una máquina se detenga debe hacer que se detenga, no aumentar su velocidad. Los ensayos deben hacer lo contrario. Los ensayos deben aspirar a la máxima sorpresa.

Durante mucho tiempo tuve miedo de volar y sólo podía viajar de manera indirecta. Cuando mis amigos regresaban de lugares lejanos, no era sólo por cortesía que les preguntaba que habían visto. Realmente quería saberlo. Y descubrí que la mejor manera de obtener información de ellos era preguntarles que les había sorprendido. ¿Qué tan diferente era el lugar de lo que esperaban? Esta es una pregunta de gran utilidad. Se la puedes preguntar a las personas más distraídas, y extraerá información que ni siquiera ellos sabían que estaban grabando.

Las sorpresas son cosas que no sólo no sabías, sino que contradicen cosas que pensabas que sabías. Por lo que son el tipo de hechos más valiosos que puedes conseguir. Son como un alimento que no sólo es saludable, sino que contrarresta los efectos insalubres de las cosas que ya has comido.

¿Cómo encuentras sorpresas? Bueno, ahí está la mitad del trabajo de redactar ensayos. (La otra mitad es expresarse bien.) El truco consiste en utilizarte como un sustituto para el lector. Sólo debes escribir sobre cosas que has pensado mucho. Y cualquier cosa con la que hayas dado que te sorprenda, y en cuyo tema has pensado mucho, probablemente sorprenderá a muchos lectores.

Por ejemplo, en un ensayo reciente mencione que debido a que sólo se puede juzgar a los programadores de computadoras trabajando con ellos, nadie sabe por lo general quiénes son los mejores programadores. Yo no me di cuenta de esto cuando empecé ese ensayo, e incluso ahora me resulta un poco extraño. Eso es lo que estás buscando.

Así que si quieres escribir ensayos, se necesitan dos ingredientes: una serie de temas en los que has pensado mucho, y cierta capacidad para descubrir lo inesperado.

¿Qué se debe tener en cuenta? Mi conjetura es que no importa— que cualquier cosa puede ser lo suficientemente interesante si profundizas en ella. Una posible excepción podrían ser a las que deliberadamente se les ha extraído toda la variación, como trabajar en la comida rápida. En retrospectiva, ¿hubo algo interesante de trabajar en Baskin-Robbins? Bueno, fue interesante lo importante que era el color para los clientes. Los niños de cierta edad apuntaban a la caja y decían que querían amarillo. ¿Querían vainilla francesa o limón? Simplemente te miraban sin comprender. Querían amarillo. Y luego estaba el misterio de por qué el eterno favorito Pralines 'n' Cream era tan atractivo. (Ahora creo que era la sal.) Y la diferencia en que los padres y madres compraban helados para sus hijos: los padres como reyes benevolentes otorgando generosidad, las madres agobiadas, cediendo a la presión. Así que, sí, parece haber algo de material, incluso en la comida rápida.

Sin embargo, en su momento no me di cuenta de esas cosas. A los dieciséis años estaba tan atento como un trozo de roca. Puedo ver más ahora en los fragmentos de recuerdos que conservo de aquella época que lo que podía ver en su momento con todo sucediendo en vivo, justo frente a mí.


Observación


Por lo tanto la capacidad de descubrir lo inesperado no sólo debe ser innata. Debe ser algo que se puede aprender. ¿Cómo se aprende?

Hasta cierto punto es como aprender historia. La primera vez que lees historia, es sólo un torbellino de nombres y fechas. Nada parece pegarse. Pero cuanto más aprendes, más ganchos tienes para colgar los nuevos hechos— lo que significa que acumulas conocimientos a lo que coloquialmente se llama un ritmo exponencial. Una vez que recuerdas que los Normandos conquistaron Inglaterra en 1066, llamará tu atención cuando escuches que otros Normandos conquistaron el sur de Italia casi al mismo tiempo. Lo que hará que te preguntes acerca de Normandía, y tomes nota cuando un tercer libro mencione que los Normandos no eran, como la mayoría de lo que ahora se llama Francia, tribus que florecieron mientras el imperio romano se hundía, sino Vikingos (normandos = hombres del norte) que arribaron cuatro siglos más tarde en el 911. Lo cual hace más fácil de recordar que Dublín fue establecida también por los Vikingos en la década de 840. Etc, etc. al cuadrado.

Recabar sorpresas es un proceso similar. Mientras más anomalías has visto, más fácilmente notaras las nuevas. Lo que significa que, por extraño que parezca, a medida que envejecemos, la vida debería ser más y más sorprendente. Cuando era niño, solía pensar que los adultos ya habían descifrado todo. Es al revés. Los niños son los que ya lo han descifrado todo. Es simplemente que están equivocados.

Cuando se trata de sorpresas, los ricos se hacen más ricos. Pero (al igual que con la riqueza) puede haber hábitos mentales que ayudan a que el proceso avance. Es bueno tener el hábito de hacer preguntas, especialmente preguntas que comienzan con ¿Por qué? Pero no en el modo aleatorio que los niños de tres años las preguntan. Hay un número infinito de preguntas. ¿Cómo encuentras las fructíferas?

Encuentro especialmente útil preguntar por qué sobre cosas que parecen equivocadas. Por ejemplo, ¿por qué debe haber una conexión entre el humor y la desgracia? ¿Por qué nos hace gracia cuando un personaje, incluso uno que nos gusta, se resbala con una cáscara de plátano? Seguro hay todo un ensayo lleno de sorpresas ahi.

Si quieres notar cosas que parecen mal, encontraras que un cierto grado de escepticismo es útil. Tomo como un axioma el que sólo estamos alcanzando el 1% de lo que podemos. Esto ayuda a contrarrestar la regla que nos meten en la cabeza cuando niños: que las cosas son como son porque así es como tienen que ser. Por ejemplo, todos con los que he hablado al escribir este ensayo sentían lo mismo sobre las clases de Inglés— que todo ese proceso parecía inútil. Pero en su momento ninguno de nosotros tuvo las  agallas para  llegar a la hipótesis de que todo era, de hecho, un error. Todos creíamos simplemente que había algo que no estabamos recibiendo.

Tengo la corazonada de que debes prestar atención no sólo a las cosas que parecen mal, sino a las cosas que parecen mal de una manera chistosa. Siempre me complace cuando veo reír a alguien al leer el borrador de un ensayo. Pero ¿por qué debería ser? Mi meta son las buenas ideas. ¿Por qué las buenas ideas deben ser graciosas? La conexión puede ser la sorpresa. Las sorpresas nos hacen reír, y sorpresas son lo que uno quiere ofrecer.

Escribo en libretas las cosas que me sorprenden. En realidad nunca vuelvo a leerlas para utilizar lo que he escrito, pero sí tiendo a reproducir los mismos pensamientos más tarde. Así que el principal valor de las libretas puede ser lo que te deja en la cabeza escribir cosas.

Las personas que tratan de ser populares se encontrarán en desventaja cuando se trata de recabar sorpresas. Ser sorprendido es estar equivocado. Y la esencia de lo popular, como cualquier chico de catorce años te lo podría decir, es nil admirari. Cuando te equivoques, no pienses en ello; simplemente actúa como si no pasara nada malo y tal vez nadie lo notará.

Una de las claves para la popularidad es evitar situaciones en las que la inexperiencia puede hacerte parecer tonto. Si quieres encontrar sorpresas debes hacer lo contrario. Estudia muchas cosas diferentes, porque algunas de las sorpresas más interesantes son las conexiones inesperadas entre los diferentes campos. Por ejemplo, las mermeladas, el tocino, los pepinillos y el queso, que se encuentran entre los más agradables de los alimentos, fueron originalmente pensados como métodos de conservación. Igual que los libros y las pinturas.

Cualquier cosa que estudies, incluye la historia— pero historia social y económica, no historia política. La historia me parece tan importante que es erróneo considerarlo como un mero campo de estudio. Otra forma de describirla es toda la información que tenemos hasta ahora.

Entre otras cosas, estudiar historia nos da la confianza de que hay buenas ideas esperando a ser descubiertas justo bajo nuestras narices. Las espadas evolucionaron durante la Edad del Bronce a partir de las dagas, que (al igual que sus predecesores de pedernal) tenían una empuñadura separada de la hoja. Debido a que las espadas son más largas las empuñaduras se rompían con mucha frecuencia. Tuvieron que pasar 500 años antes de que alguien pensara en fundir la empuñadura y la hoja en una sola pieza.


Desobediencia


Por encima de todo, haz un hábito de prestar atención a cosas que no se supone que deberías, ya sea porque son "inapropiadas", o sin importancia, o no en lo que se supone que deberías estar trabajando. Si tienes curiosidad por algo, confía en tus instintos. Sigue los hilos que atraen tu atención. Si hay algo que realmente te interesa, descubrirás que de todos modos tiene una extraña manera de dirigirte de nuevo a ello, al igual que la conversación de la gente que se siente especialmente orgullosa de algo siempre tiende a llevar de nuevo a ella.

Por ejemplo, siempre he estado fascinado por los peinados que tratan de ocultar la calvicie, especialmente el tipo extremo que hace que un hombre luzca como si estuviera usando una boina hecha de su propio pelo. Seguramente esta es una cuestión de bajo nivel en la cual interesarse― el tipo de intriga superficial que le sienta mejor a las adolescentes. Y sin embargo hay algo debajo. La pregunta clave, descubrí, es ¿cómo no se da cuenta el del peinado tipo peluquín lo extraño que luce? Y la respuesta es que llegó a verse de esa manera de forma incremental. Lo que comenzó como peinarse con un poco de cuidado sobre una zona de calvicie se ha ido, a lo largo de 20 años, convirtiendo en una monstruosidad. El incremento gradual es muy poderoso. Y ese poder también puede ser utilizado para fines constructivos: así como te puedes engañar para terminar luciendo como un fenómeno, te puedes engañar para crear algo tan grande que nunca te habrías atrevido a planificar tal cosa. De hecho, ésta es la manera en que se crea la mayoría del buen software. Empiezas escribiendo un núcleo reducido (¿que tan difícil puede ser?) y gradualmente se convierte en un sistema operativo completo. Por lo tanto, el siguiente paso: ¿se podría hacer lo mismo en la pintura, o en una novela?

¿Ves lo que se puede extraer de una pregunta frívola? Si hay un consejo que daría acerca de escribir ensayos, sería: no hagas lo que te dicen. No creas lo que se supone que debes de creer. No escribas el ensayo que los lectores esperan; uno no aprende nada de lo que uno espera. Y no escribas de la manera en que te enseñaron en la escuela.

En definitiva, el tipo más importante de desobediencia es escribir ensayos. Afortunadamente, este tipo de desobediencia muestra signos de ir en aumento. Solía ser que sólo a un pequeño número de escritores oficialmente aprobados se les permitía escribir ensayos. Las revistas publicaban algunos de ellos, y los juzgaban menos por lo que decían que por quién los había escrito; una revista puede publicar una historia de un escritor desconocido, si es lo suficientemente buena, pero si publican un ensayo sobre x tenia que ser por alguien que tuviera por lo menos cuarenta años y cuyo título de trabajo tenga x en el mismo. Lo cual es un problema, porque hay muchas cosas que un empleado interno no puede decir precisamente por ser empleado.

La Internet está cambiando eso. Cualquier persona puede publicar un ensayo en la Web, y  es juzgado, como cualquier otro escrito debería serlo, por lo que dice, no por quién lo escribió. ¿Quién eres tú para escribir acerca de x? Tu eres lo que escribiste.

Las revistas populares hicieron del período comprendido entre la difusión de la alfabetización y la llegada de la televisión la época dorada del cuento corto. La Web bien puede hacer que esta sea la edad de oro del ensayo. Y eso ciertamente es algo que no sabía cuando empecé a escribir esto.


Notas


[1] Estoy pensando en Oresme (c. 1323-1382). Pero es difícil elegir una fecha, porque hubo una repentina caída en las becas justo cuando los europeos terminaron de asimilar la ciencia clásica. La causa puede haber sido la plaga de 1347; la tendencia en el progreso científico coincide con la curva de la población.

[2] Parker, William R. “Where do College English Departments Come From?” College English 28 (1966-67), pp 339-351. Reimpreso en Gray J., Donald (ed). The Department of English at Indiana University Bloomington 1868-1970. Publicaciones Universidad de Indiana.

Daniels, Robert V. The University of Vermont: The First Two Hundred Years. Universidad de Vermont, 1991.

Mueller, M. Friedrich Carta a la Pall Mall Gazette. 1886-1887. Reimpreso en Bacon, Alan (ed). The Nineteenth-Century History of English Studies Ashgate, 1998.

[3] Estoy comprimiendo la historia un poco. En un principio la literatura estaba detrás de la filología, que (a) parecía más seria y (b) fue muy popular en Alemania, donde muchos de los principales eruditos de esa generación habían sido entrenados.

En algunos casos los profesores de escritura se transformaron in situ a profesores de Inglés. Francis James Child, que había sido el profesor de retórica de Boylston en la Universidad de Harvard desde 1851, se convirtió en 1876 en el primer profesor de Inglés de la Universidad.

[4] Parker, op. cit., p. 25.

[5] El plan de estudios de pregrado o trivium (de ahí "trivial") consistía en gramática Latina, retórica y lógica. Los candidatos a maestrías pasaban a estudiar el quadrivium de aritmética, geometría, música y astronomía. En conjunto, estas eran las siete artes liberales.

El estudio de la retórica fue heredada directamente de Roma, donde se consideró la materia más importante. No estaría lejos de la verdad decir que la educación en el mundo clásico significaba entrenar a los hijos de los terratenientes a hablar lo suficientemente bien como para defender sus intereses en las disputas políticas y legales.

[6] Trevor Blackwell señala que esto no es estrictamente cierto, ya que los bordes exteriores de las curvas se erosionan más rápido.

Gracias a Ken Anderson, Trevor Blackwell, Sarah Harlin, Jessica Livingston, Jackie McDonough, y Robert Morris por leer borradores de esto.



Traducido de The Age of the Essay por Paul Graham.
Traducción: Armando Alvarez


Notas del Traductor


[a] En el texto original: “the ‘riting component of the 3 Rs” que hace referencia a Reading, wRriting y aRithmetic: Lectura, Escritura y Aritmetica.

[b] Juego de palabras. En el texto original aparece meander: serpentear, vagar, divagar. De Meandro, serpenteante río en Turquia.