LA PRUEBA DE LA ISLA

Julio de 2006

He descubierto una prueba muy útil para averiguar a lo que eres adicto. Imagina que vas a pasar el fin de semana en casa de un amigo en una pequeña isla frente a la costa de Maine. No hay tiendas en la isla y no podrás salir mientras estés allí. Además, nunca has estado en esta casa antes, por lo que no puedes asumir que tendrá más de lo que podría tener.

¿Qué cosa, además de ropa y artículos de higiene personal, tendrías cuidado en llevar? Eso es a lo que eres adicto. Por ejemplo, si te encuentras empacando una botella de vodka (por si acaso), probablemente desees parar y reconsiderarlo.

Para mí, la lista es cuatro cosas: libros, tapones para los oídos, un cuaderno y un bolígrafo.

Hay otras cosas que podría traer si pensara en ello, como música, o té, pero puedo vivir sin ellos. No soy tan adicto a la cafeína que dejara de arriesgarme a que la casa no tuviera té, sólo por un fin de semana.

El silencio es otra cuestión. Estoy consciente de que parece un poco excéntrico llevar tapones para los oídos en un viaje a una isla de la costa de Maine. Si hay algún lugar que debe ser tranquilo, ese debería serlo. Pero ¿qué pasa si la persona en la habitación de al lado ronca? ¿Y si hubiera un niño jugando al baloncesto? (Pum, pum, pum pum ...). ¿Por qué correr el riesgo? Los tapones son pequeños.

A veces puedo pensar con ruido. Si ya llevo impulso en algún proyecto, puedo trabajar en lugares ruidosos. Puedo editar un ensayo o depurar código en un aeropuerto. Sin embargo, los aeropuertos no son tan malos: casi todo el ruido es neutral. No podría trabajar con el sonido de una comedia atravesando la pared, o un coche en la calle tocando música a alto volumen.

Y por supuesto, hay otra forma de pensar, cuando estás empezando algo nuevo, que requiere absoluta tranquilidad. Nunca se sabe cuándo va a pasar. Mejor llevar tapones.

El cuaderno y la pluma son equipo profesional, por así decirlo. Aunque en realidad hay algo de droga en ellos, en el sentido de que su objetivo principal es hacerme sentir mejor. Casi nunca vuelvo a leer las cosas que escribo en cuadernos. Es solo que si no puedo escribirlas, preocuparse por recordar una idea se interpone en el camino de tener la siguiente. La pluma y el papel detonan las ideas.

Los mejores cuadernos de notas que he encontrado son creados por una empresa llamada Miquelrius. Utilizo su tamaño más pequeño, que es aproximadamente 6 x 10 cm. El secreto de escribir en páginas tan estrechas es romper las palabras sólo cuando te quedas sin espacio, como una inscripción en latín. Utilizo bolígrafos de plástico baratos Bic, en parte porque su tinta pegajosa no se filtra a través de las páginas, y en parte por que no me preocupa perderlos.

Sólo empece a llevar un cuaderno hace unos tres años. Antes de eso utilizaba cualquier trozo de papel que pudiera encontrar. Pero el problema con los trozos de papel es que no están ordenados. En un cuaderno puedes adivinar lo que significa un garabato mirando las páginas que lo rodean. En la era en que escribia en trozos de papel constantemente encontraba notas escritas años atrás que podrían decir algo que tenía que recordar, si tan sólo pudiera averiguar qué.

En cuanto a los libros, sé que la casa probablemente tendrá algo para leer. En el viaje promedio traigo cuatro libros y sólo leo uno de ellos, porque encuentro nuevos libros para leer en el camino. En realidad traer libros es un seguro.

Me di cuenta de que esta dependencia en los libros no es del todo buena—que los necesito como distracción. Los libros que traigo en los viajes suelen ser muy virtuosos, el tipo de cosas que se podrían asignar como lectura en una clase universitaria. Pero sé que mis motivos no son virtuosos. Traigo libros porque si el mundo se vuelve aburrido necesito poder deslizarme en otro destilado por algún escritor. Es como comer mermelada cuando sabes que deberías estar comiendo fruta.

Hay un punto en el que puedo estar sin libros. En una ocasión estaba caminando en unas montañas escarpadas, y decidí que prefería sólo pensar, si me aburría, en lugar de llevar un peso innecesario. No fue tan malo. Me di cuenta de que podía entretenerme teniendo ideas en vez de leer las de otra gente. Si dejas de comer mermelada, la fruta empieza a tener mejor sabor.

Así que tal vez trataré de no llevar libros en algún viaje futuro. Sin embargo, van a tener que esforzarse para quitarme los tapones de mis fríos, muertos oídos.

 


 

Traducido de The Island Test por Paul Graham. Traducción: Armando Alvarez